
Xolotcalli: el lugar donde el agua y la memoria se encuentran

En una vieja casona del Centro Histórico de Querétaro, los muros respiran distinto. Detrás del número 46 de la calle Pino Suárez, un nuevo espacio se abre como una ofrenda al agua y a la vida que resiste en ella: el Biomuseo Xolotcalli, dedicado al ajolote, criatura mítica que encarna la metamorfosis suspendida y el equilibrio entre lo humano y lo natural.
La secretaria de Cultura, Ana Paola López Birlain, encabezó la inauguración de este espacio, que busca tejer ciencia, arte y educación en un solo relato. “Necesitamos que la cultura de las y los queretanos sea de total respeto y armonía con nuestro entorno”, dijo, con la certeza de que sin agua, no hay memoria posible.
El museo no solo expone: invita a sentir. Sus salas combinan exposiciones rotativas, materiales audiovisuales y experiencias sensoriales que apelan a la curiosidad y a la empatía. Hay charlas, talleres y espacios donde el visitante puede aprender sobre el cuidado del ajolote, la calidad del agua o la ciencia en familia. Todo ello con una lógica de conocimiento compartido y aprendizaje abierto.
El proyecto también busca activar la economía creativa mediante un biomuseo vivo, donde convergen artistas, investigadores, universidades y empresas comprometidas con el medio ambiente. En su interior, el visitante puede detenerse en una cafetería, recorrer una tienda o simplemente observar cómo el arte se convierte en herramienta de conciencia.
“Xolotcalli” —la casa del ajolote— no es solo un museo, sino una metáfora del renacer. En sus paredes late la idea de que preservar la naturaleza es también preservar nuestra propia historia. Porque, al final, cuidar el agua es cuidar la vida que fluye —invisible, constante— en cada uno de nosotros.